“Cuanto más conozco a la gente, más amo a mi perro”, dice Valerii, parafraseando al escritor de sátiras norteamericano Mark Twain mientras se sienta con su familia y sus perros en una mesa desvencijada en una granja cerca del pueblo de Novyi Donbas al este de Ucrania. 

Ha vivido aquí durante los últimos cuatro años, desde que el largo y peligroso conflicto lo forzó a abandonar su feliz vida. Durante siete años había trabajado en su bello hogar en Dokuchaevsk, en donde dio la bienvenida a su primera nieta. Luego empezó el conflicto. Había bombardeos todos los días a las 5 de la tarde. Y cuando la casa de su vecino sufrió un impacto directo se dio cuenta que había llegado el momento de tomar a su familia e irse.  

Valerii, su esposa, hija, nieta y dos perros encontraron albergue en una casa abandonada: que no era otra cosa que un cobertizo. Como ya lo había hecho antes durante toda su vida, Valerii puso manos a la obra y de a poco logró construir un hogar. 

“La casa había estado vacía por tres años, pero era la única opción que teníamos. Pude ahorrar algo de dinero y logré conseguir los servicios esenciales pues quiero que mis chicas vivan cómodas”, dice.  

Sus ingresos provienen de algunos subsidios del Gobierno de Ucrania, de su huerto, y de los cientos de pollos que cría en las construcciones contiguas.  

“Tengo clientes regulares en el mercado local y allí puedo vender mi existencia en apenas media hora. Mis clientes me piden que lleve más”, dice Valerii con una sonrisa. 

En calidad de persona desplazada reunía los requisitos para poder solicitar pequeños subsidios, y la OIM le entregó un cultivador rotatorio para su huerto en crecimiento.  

“Me quedé sin nada, comencé desde cero y mientras tenga fuerzas lo voy a lograr”, dice Valerii. 

Dos de sus perras, Lyalya and Dusya lo siguen por todo el patio, aparentemente escuchando cada una de las palabras que él dice. 

“Ellas pueden percibir mis emociones. Cuando me voy, me esperan en el portón. Son verdaderas amigas y forman parte de mi familia”. 

La familia canina está floreciente. El hijo de Lyalya, Khitri, nació en Novyi Donbas. Y un día apareció un cuarto perro, Richard. 

“Él estaba sin hogar, como nosotros lo estuvimos una vez. De modo que no podíamos pasar a su lado e ignorarlo”.